25.12.13

I needed to write about the loneliness. The nice one. The only one.
Mi inglés es desagradable pero, hay pensamientos que requieren ser suavizados, aunque para mí, no sean más que suavizantes aromáticos. Debajo de todo esto debe brillar todavía algo de esa maldad.
Me descubrí amarilla en el espejo de hoy. Mis ojos como arrancados y vueltos a colocar, sin muestras de delicadeza. ¡Que calamidad! La paleta de colores es humillante. Supongo que el cigarrillo no me hace ningún bien, en cuanto a lo que verdaderamente importa. Hay personas que me parecen demasiado concentradas en la cuestión de la salud. Si no estuviera tan cansada y aburrida de las lecciones, escribiría al respecto. Algún ensayo criticado por personas que saben vivir. Y no creen hacerlo, realmente saben, me intriga y me repugna a la vez. Les es difícil aceptarlo, aceptar su identidad de caminantes con camino. ¿Por qué es tan atractivo el desorden? ¿Por qué es tan especial la enfermedad cuando está cubierta de un maquillaje turquesa y rosado, brillando, sonriendo? La identidad colectiva y el resto de las pavadas que creí defender. De vez en cuando, me importa. Hay que asumir que mis caminos, felizmente, concluyen en la soledad. Siempre me resultó curioso, de chica, escuchar a los adultos decir que su miedo más grande era la soledad. ¡Y tantas veces! Yo me embarco sin lealtad ni promesa sabiendo que al regreso me espera mi digestión silenciosa, el deleite supremo. Me venero en la soledad que es abanico de posibles mañanas, de amaneceres sin sueños, de transfusiones de placeres sin nombre. Hay una cuestión que es primordial y no es más que la ética. Al igual que muchas otras personas, carezco de una conexión con ese fantasma social y a la vez tan individualista, pero sin hipocresías, hay verdadero acuerdo, sinceros negocios y algo de bondad oculta en el ser humano. O tal vez solo un globo de fobias que se pierden en el cielo porque agarramos ese otro globo, el más pesado y el más seguro, el que tiene un cordón tan largo como para atarnos a todos y tirarnos al piso, a agradecer por el orden y la promesa de que hay un mañana, si sabemos vivir, si sabemos aceptar.
Pavadas. Yo tengo un globo translúcido, vacío. Casi invisible, lo cubren las nubes.
Y todo esto para concluir en que no tengo ética, no hay principios que me importen, no realmente, no en lo profundo. No hay nada demasiado negativo o positivo que pueda inferir de esta conclusión. Simplemente, es. Mis decisiones se basan en particularidades, en detalles, en estados de ánimo o repentinos cambios de colores en el cielo. No hay concepciones adquiridas. Adoro estar sola y es por todo esto y un poco más por todo lo demás. No me gustan estas ideas tan concretas. ¿Qué hago escribiendo sobre ética? Siempre fue mi nota más baja. Un 10 en matemáticas y desaprobado en ética y ciudadanía... ¿Qué clase de materia es esa? ¿Cómo pueden desaprobarla a los 10 años? Ilusos. Hay algo de máquina del tiempo en las puertas, especialmente en la que me llevan afuera, a la luz del sol y la oscuridad de las miradas desconocidas. Hay algo de máquina del tiempo en atarme la remera arriba de la cintura porque hace calor. Es una puerta, aunque no lo parezca. Un acto de rebelión infantil, un experimento. Me encanta salir dispuesta a vivir el día como si fuera una película corta, escuchar sus palabras como parte de las variantes en mi libreto y recuperar el poder que me quitan las miradas una vez atada la remera. Los hombres y las mujeres. Sus ropas, sus maquillajes. Algo me incita a detenerme a mitad de camino y sentir cómo el viento me separa y me une a ellos. La luz del sol no les llega a todos. Una aprende a reconocer ciertos gestos y entonaciones. Y es tanto el sufrimiento, es realmente insoportable. Pero es la belleza de la obra lo que la mantiene rodando, una y otra vez. El carrusel gira y en cierto momento me percato de que la atención de los adultos disminuye, las sonrisas se caen, los esfuerzos son vanos. Esos son los momentos de belleza, la real. La belleza de la soledad que todos temen. Tememos, quizás. Hay que admitir que soy un poco masoquista.
Y el tiempo se mide en cigarrillos, en negaciones, en excusas y palabras. Los monólogos no puedo escribirlos, no con sinceridad. Se pierden en el espejo de ayer. Como mi tez en unas horas. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

copos de azúcar