26.3.13

LSD

Me sentí despertar, aunque mis ojos estaban cerrados y el cigarrillo estaba a punto de escaparse de mis dedos resbaladizos. Temblaba.
A lo lejos sonaba una voz dulce que debía ser Lennon, aunque bien podría ser Lisandro tarareando entre los murciélagos. Están particularmente alterados.
¿Por qué me hablo en pasado? Qué mierda significa estar viva, además de leerme la historia de mi misma, una y otra vez. Mejor me callo y escucho un poco a los murciélagos. Son ellos los que cantan y yo les espío las patitas. ¿Estarán llorando?
Qué hermosa es. Tiene los labios húmedos de llorar en los baños públicos y se le derriten las pestañas al sonreír. Yo me dejo atravesar por el perfume cobrizo de sus labios de laguna. Las mejillas amenazan con una erupción catastrófica y, sin embargo, ella sigue sonriendo. Qué chiquita es. No hay misterios ocultos bajo su piel.
Podría estar engañándome. No sé qué hora es ni dónde debería estar fingiendo interés. ¿Por qué roja? Tendría que haberme callado a tiempo. Ya estoy ubicada pacientemente en el carrusel infinito que se ríe de mi por no alcanzar la sortija. 

El viento me grita en la cara. Pobres murciélagos, llorándole a la luna. Necesito un cigarrillo, se me desintegra la lengua. 
¿Por qué azul? De pequeña pintaba cielos violetas y árboles amarillos. Tendría que haberme callado, claro. Me amenaza su voz a lo lejos, me humilla su luz. Soy el escarabajo ardiente, buscando refugio en mis propios zapatos. Calambre en el dedo gordo del pie. Las nubes sobre tu pelo, ¿de qué color serán tus ojos en verdad? Yo solo veo eternidad. La promesa del cielo hecho constancia. Veo cómo me firman la salida y recupero mi libertad. Recuperar lo que nunca se ha tenido realmente, ni se puede tener.
Entonces, despierto. Ahora soy quien debería haber sido siempre. La que grita bajo mis costillas y se ahoga en cada palabra. Entre las flores lo de siempre: letras. Bichitos locos. Me llaman pero tal vez sean los murciélagos contagiando desesperación. 

¿La volveré a ver? Queda sólo el eco de sus labios estirados pidiéndome perdón. Y yo te perdono, con mi alma desvanecida y las manos temblorosas. Te espero para hacer sonreír a los vampiros y trepar por las estrellas muertas. Te espero, en esta casa que no es mía, bajo el cuerpo que espío por la cerradura. 
Se escucha la voz otra vez. ¿Será Li? ¿Sera ella viniéndome a buscar?
Ya perdí toda conexión con la mal llamada realidad. ¡Cuánto amor! ¡Al fin! Soy diáfana y me río. Veo que sus labios se mueven pero no me es posible interpretar el sonido. Un eco, a lo lejos. Me encuentro bajo tierra y no quiero emerger. No hay una sola cosa en esta habitación que no tiemble. Las paredes tienen frío, yo las abrigaré (canto). Se derriten sus dibujos, la guitarra vibra, los personajes de mis cuadros danzan y me invitan a brillar a su lado. Mañana no será mejor. 

¿Qué se oculta dentro de mí que me ha hecho verla así? Esa belleza no es suya si no mía. Yo dibujé la dulzura en su rostro y yo sola me he enamorado de mi obra efímera. Algo debe significar pero en mi cabeza las palabras luchan y mañana esto no tendrá sentido aunque, ¿qué lo tiene?
¿Cómo la vería en este momento? Tan drogada y enterrada. Desde este subsuelo, quizás la vea como a Dios. Sos atea, pelotuda. Es más probable verla como un sol vibrante que me explota los ojos y me arranca la ropa. Deseos de estar sola y desnuda. 

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