27.8.12

La ausencia de colores. La historia. Las palabras. El silencio. Las pérdidas innecesarias, los maltratos, el mundo girando disimulando sus deseos de patearnos al vacío.
A esta altura si no organizo mis intereses termino siendo cualquier ser; sin patria, sin dios. Arraigada sólo a mi duda, la pregunta que penetra y machaca, que se esconde con esa facilidad que conozco bien; es tan accesible fingir, transformación de todo-lo-que-existe en literatura, rumiar, desear. Yo soy la lágrima que se resiste a nacer. Me harté de tanta fingida abstracción.
No me siento curada, por momentos soy tan manual de psiquiatría, una-paciente-más, enferma, extremista, pero tan común. Detesto la victimización, nada de excusas. Frágil. Soy lo que hago para dejar de ser lo que soy. Efímera, palabra bella, eufemismo para una adicta autodestructiva que llora frente a una pared blanca con cenizas en las manos. El riesgo, seductor, imposible de reemplazar por el té con leche y un sábado a la tarde en el cine con alguna de esas que llaman buenas compañías. Estoy acá y acá me quedo, es inevitable, nena, es ese peligro-cuchilla que me aguarda en tus brazos lo que no puedo extirpar, ilusión tortuosa de abstracción total de la realidad, luz al final del túnel, el remedio que duele más que la enfermedad, pero qué condena placentera, que calor. El viaje de mi mente, de mi alma, de mi vida que no es más que caminata en círculos al rededor de mi limbo represor, a veces correr, a veces saltar, a veces dormir unos años. Mentís hasta cuando no estás despierta, te escondés hasta cuando estás frente a mí, ojos rojos, pupilas infinitas, el mundo reducido a tu piel, a la eternidad que promete la soga que me acercás a las manos. 

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