1.9.12

"Tal vez las palabras
sean lo único que existe 

en el enorme vacío de los siglos
que nos arañan el alma con sus recuerdos." A. Pizarnik

La ira asesina de la mujer que calla. Mezcla de timidez e incapacidad oral. ¿Y la literatura que habita en cada minuto que se va para nunca regresar?
 Infectada por los miedos. La ciudad me devuelve la mirada hostil, las personas que no deseo conocer, las calles que nunca pisaré. Reproches. Un recuerdo debilitado de lo que solían ser mis días enfermos. Qué insoportable soy. Abstracción. Pero si no, si yo realmente deseo estar allí, en cuerpo y sinceridad, en entrega y verdad. Me controla mi oposición. La-que-no-quiero-ser se eleva ante mí mostrando su poder destructor. Es una guerra perdida. No poseo las fuerzas, las estrategias. 

No te deprimas, nena, que quedan tantos días por iluminar. Toda esta incertidumbre. Amar, reír, callar, llorar. Silencios. 

Las mañanas son bellas, las tardes son eternas, las noches son verdugos. Al final era todo un círculo y allí estaba la niña abandonada esperando por mí. La niña que nunca fui. Niña, palabra horrible. Debería memorizar un diccionario completo. Algunos de mis problemas se solucionarían.
Pero si, después de todo, mi alma está acá, diáfana y feroz, navegando sin rumo pero con ímpetu, sin preguntar, sin pensar. Mejor es no pensar en ciertas cosas, así no existe la necesidad de luego hablarlas. Tarea inútil, intento de comunicación, intento de modificación. Lo mismo me va a doler, lo mismo voy a terminar en el callejón sin salida. Lo sé. Ya lo viví: habita en mi piel. 



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