16.1.12

Y en otras palabras (las más dulces que se le pudieron ocurrir) me disparó direco al corazón. O me salvó de la incertidumbre que era mi único abrigo, ámbas formas de verlo son válidas. Ámbas son descartadas. Ámbas son mías y por eso son insignificantes.
No queda tanto misterio
¿Qué queda entonces?
Tristeza, alegría. O deambular eternamente por los pasillos de la nada.
¿Quién voy a ser si ya no seré yo?
La melancólica, la insegura, la exhaltada, la misteriosa.
¿Quién voy a ser cuando esté controlada?
¿Podré hacer todo de la misma forma?
¿Podré amar y cuidar? Pero eso de qué importa, si lo que quería acariciar lo perdí.
Aunque siempre me jacté de desafiar la veracidad del tiempo, es él el que me condena. Todo es cuestión de tiempo, todo llega muy tarde a mis brazos. Todo se mueve y se cae y yo aprendo a los golpes, pero me olvido una vez que las marcas desaparecen.
Entonces...
Todo va a estar más tranquilo. ¿Qué quiero decir cuando escribo "todo"? ¿Mi vida? ¿Mi mente? ¿Las horas van a pasar más de prisa?
Tal vez... y sólo tal vez, necesite ser lo mejor yo que pueda ser. Y con eso me refiero a mis hábitos incomprensibles. Porque sin ellos, ¿Qué queda?

Yo: acompañada, siendo querida, siendo comprendida. ¿Quiero eso realmente? ¿O quiero aún más a mi cerebro abrumado?
La duda es mi nuevo flagelo. Y cuando las luces se apaguen, cuando todos se duerman, tendré que decidir.

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