25.12.11

Perdón
irme nuevamente y en la lejanía observar como el carrusel de fuego sigue girando sin mí
y por qué habría de extrañarme alguien
por qué habrían de añorar mis lastimeros jadeos y mis caricias ocultas
mentiras
puras mentiras

"Creo que estoy maldita" fue lo que dije. Pero no se sintió el decirlo, algo como un instante de respiración prolongado, buscando el aire evasivo de la habitación ciega, ocultando los ojos en imágenes ausentes que en aquellos días me hubieran hecho reir.
No se río, ni siquiera ensayó una sonrisa de compasión. De cualquier forma, no era un chiste.
Más tarde lo confirmé: "No existe otra razón, estoy maldita, nací de esta forma y nada me puede hacer cambiar". No había espacio para las dudas.
Sus preguntas eran otra forma de reírse de mí y de mis frases ensayadas en soledad. Todo parecía similar, deja vú de noches en vela y manos que construyen cuerpos en espacios vacíos, cigarrillos, café, cicatrizes. Las c de mi insomnio tortuoso. A veces recurro a palabras que creía haber olvidado hace años, ocultas bajo mentiras minuciosas y máscaras de plástico. De mi mente está arrancada aquella que fui, las penurias que aplastaron lo que quedaba de mi alma, la fuga drástica de mi cerebro y mis movimientos evasivos. Ya no existe ella, y entonces quién está ocupando mi lugar. Palabras viejas, las de antes, las de la muerta. Aún late, en el silencio de la noche atroz puedo oírla.
"¿Quién te maldijo? ¿En quién pensás cuando pensás en esta maldición?"

Yo tuve deseos de reírme, pude percibir lo ridículo que sonaba todo eso. Por eso sé que no estoy loca, aunque lo desee con todas mis fuerzas. Por eso sé que nunca voy a estar anesteciada en una camilla, rodeada de rostros de amor y comprensión. Tengo que salir, tengo que encontrarme. Quise reir y arrepentirme, gritar que yo no soy la que está mintiendo sino es el monstruo, el de los cabellos de fuego y cuerpo de cristal. Y sin embargo, no reí. Lloré.
No, no existe un Dios. No existe un Dios en mí, el Dios inventado del que todos hablan no vive en mí. No sé mentirme a mí misma. No puedo darme el patético lujo de concebir la existencia de una entidad divina que tome en cuenta a mi cuerpo manchado junto con todas mis ideas irreconciliables. Mi egoísmo y mi culpa eterna. Mi hastío por las personas y sus relaciones vacías escupiendo a mi fragilidad, a la exigencia similar a la de un recién nacido por aprobación y cariño. ¿Dónde termina mi capricho y comienzan mis necesidades? Todo esto es mi culpa y sin embargo, no lo es.
"¿Cuándo crees que comenzó todo esto? ¿Quién te maldijo? ¿Acaso fue "ella"?". No, ¿quién es "ella"? ¿Acaso existe o es otra de las tantas mentiras que acumulo en la bóveda secreta? A veces la imagino, a veces los imagino a todos ellos. No veo un rostro. Veo cabello negro y ojos asoladores. Veo tristeza. Veo hogares en llamas. Me veo en un rincón solitario cubierta de polvo, llorando, con las dificultades para respirar de siempre pero las palabras que nunca logro rescatar de las profundidades. Y por eso sé que estoy maldita. Condenada al vacío de la comida que se deshace en mi boca, a las risas dementes que penetran la corteza de mi cráneo y me saturan en mi infinito silencio, a los senderos eternos, a las palabras huecas. Condenada a dormir y a divisar en la lejanía onírica el otro mundo, el mundo perdido, aquel que me espera sin necesitarme. A través de este muro indestructible. A través de las palabras, de cada uno de los gestos. Me siento desnuda, fría. A veces tiemblo sin razón aparente. Miro hacia otro lado porque mis ojos hablan y temo que revelen mis más viciados secretos. No sé mentir, pero lo hago. Me alejo, me anestecio.
Todo podría ser tan dulce, como caricias recostados bajo un sol misericordioso y puro. Mis ojos se empañan de recuerdos nebulosos y cálidos. Pero el presente siempre es frío o tal vez soy yo quien se encarga de transformarlo en una cueva oscura. Adicta a los laberintos y miserable porque nunca aprendo cómo liberarme de ellos, liberarme de mí. Cómo extirparme, divorciarme de mí misma y no verme nunca más, asesinar mi masoquismo, mi falta de amor por el amor mismo. Extraño, deseo. Me sumergo y nado, buscando los días suaves que ya no están, que arrojé al vacío entre risas y orgasmos de dolor. No planeaba vivir de recuerdos, no planeaba vivir estampada contra una pared, desangrándome imperceptiblemente, agonizando, gritando y corriendo sin moverme ni pronunciar un sólo suspiro como en una pesadilla infinita, no planeaba, no quiero, no busco, no nazco y aún así... estoy maldita. Condenada, vacía, soy una foto vieja en un cajón olvidado en una casa abandonada.
"Deshecho todas las otras teorías, también usted debería hacerlo."
Vamos a ver...

2 comentarios:

  1. Me gusta como escribis, generás imágenes apocalípticas geniales camufladas entre amor y odio que se expresan de una misma forma.

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copos de azúcar