2.11.10

tu cuerpo cubierto de escamas me lleva hacia adentro y desnudos en el fondo, escuchamos el silencio. no fue fácil encontrar una salida suficientemente peligrosa como para llamar nuestra atención y atravesando ese océano de dudas y muerte fue que entendí que en tus ojos se pueden dormir siestas de miel y despertar con una eterna ilusión. en tus instantes de paz, luché con la fuerza de un tigre para instalarme en tu sed, pero tus manos estaban llenas, colmadas de peces de colores fluorescentes de otras tierras desconocidas para mí. y fueron esos habitantes del bravísimo mar que me advirtieron de la demencia de perderme en tus orillas y de resguardarme en los pliegues de tu espalda, circulando siempre sola y frágil por los laberintos que se cruzan en todos lados en donde no estás, llegué a desear morir y volver al comienzo sin redes que me aten a nada de este mundo efímero. pero en lo que perdí, encontré un sendero de flores azúles brillantes que me marcaron el pulso y el camino hasta los castillos encantados de la pasión. y reí noches enteras recostada en los jardines, con cactus haciéndome cosquillas en las piernas y flores carnívoras comiéndome las ideas del cerebro. nada fue fácil, no fue fácil llegar y no fue fácil escapar, con anfibios colgándose de mi cansancio y mi llanto jugando a crear amigos ficticios con recetas mágicas para la idealizada felicidad. entre parlantes de planetas extraños con inmortales princesas de cristal y susurros del bosque de espaldas al sol.

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copos de azúcar